MI PRIMERA LUNA LLENA DEL AÑO, LA DEL 7 DE NERO
Saliste a las 8 de la mañana del sábado, pero no te pude ver.
Saliste y te escondiste bajo la espesa capa de niebla en el cielo; ese que te cubre, te arropa y envuelve con su manta en tus tristes noches de invierno.
Todo tu esplendor quedó deslucido bajo su bruma.
Saliste tan solo para mi, para que pudiera admirar tu rostro y viera reflejado en él la mayor de tus sonrisas,
No podíamos dejar de vernos y faltar a nuestro deseado encuentro; ese que la espera por fin llegó a dar sus tan ansiados frutos.
Ya llegada la noche, a la salida de mi obligado trasiego, nuestro poder y querer, hizo la realidad de nuestro sueño... el de no faltar a nuestra cita, esa que sin serla, a surgido de lo inesperado e imprevisto; como si por arte de magia, los astros se hubiesen confabulado y nos hubiesen querido unir en ese largo camino de distancia eterna hacia casa.
Tu estela seguía mis pasos y yo sentía el reflejo, ese que sin quererlo ha inundado mi ser.
Tu cara seguía escondida, por la fina capa de agua que las nubes derramaban sin querer, como si te quisieran cubrir y envolver, para luego como si de una caricia se tratase, dejara resplandecer con más brillo.
Hoy por fin, ya en domingo, nos hemos visto cara a cara, en plena carretera vacía, sin nada ni nadie que entorpeciera el encuentro. Ni una sola farola, ni luz artificial que empañase tu figura. Tan solo a la luz de mi luna; la que ha iluminado y ha brillado intensamente solo para mi; la que me regala su gran belleza a escondidas y seduce con su cuerpo de silueta plateada. Ella es mi querida, mi adorada, mi gran amada, la única a la que le doy todo sin que me pida; cuando las frías o calurosas noches ella me reclama con su mirada.
Te esperaré de nuevo hasta tu segunda luna, ya no en enero, si no en el mes de febrero.
Hasta pronto mi eterna del alma.
Nuria Marruedo López
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