LA IMPOTENCIA
¡Qué mala es la impotencia!
La impotencia es desesperación, angustia.
La impotencia es abandonarlo todo, es desistir, derrumbarte, hundirte en la mayor de las miserias. Qué difícil es tomar una decisión acertada en esas circunstancias.
Nunca sabes que hacer, que decir.
Ya no haces ni dices nada. Dejas pasar el tiempo. Cada vez te vas hundiendo más en tu desesperación.
¡Hasta cuando! ¡Hasta cuando, te repites una y otra vez...! ¡Hasta cuando! ¡Hasta cuando vas a poder seguir aguantando esta amargura que llevas en tu interior...!
No puedes hablar con nadie, nadie te puede ayudar, pero ahí sigues, hasta no sabes cuándo ni cuanto serás capaz de soportar. No encuentras la puerta de salida, intentas abrir y mil candados la tienen presa, incapaz de resistir su fuerza.
La impotencia... Está ahí, te atrapa en sus redes, como si fuera un pescador en busca de sus víctimas para su sostén.
Estás clavada en el suelo, anclada en tu propio ser, incapaz de mover un dedo, ya no puedes resoplar como solías hacer, no tienes fuerzas ni para respirar, estás oculta en las tinieblas del terror. Solo cabe ese temor en ti... Ni las lágrimas, ni sollozos, ni gritos, nada te salva. En tu interior ya no tienes nada, estás vacía, muerta, sin razón ni conciencia,
tu mente te abandona.
Esto es la impotencia.
El ya no estar, el ya no sentir ni el menor soplo de viento en tu rostro; hinchado, demacrado, envejecido por la desesperanza de no haberte podido salvar.
No volveré a ver la luz del día. No volveré a sentir tu mano sobre la mía.
Dejaré de sentir, de sufrir.
Dejaré de vivir.
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